domingo, 23 de junio de 2013

VOCACIÓN DE SERVICIO



"servir.
(Del lat. servīre).
2. intr. Estar sujeto a alguien por cualquier motivo haciendo lo que él quiere o dispone.
(...)
15tr. Repartir o suministrar algún producto a un cliente."

(Del diccionario de la Real Academia)

A ese amigo que se declara voluntariamente pedante, y a la horma de su zapato, la mujer que más lee del mundo.

Hace unas semanas, Holly y yo fuimos de visita a una pequeña localidad que, sin ser costeravive sin embargo en buena medida del turismo, gracias a la huella dejada por un personaje famoso que paró allí por un tiempo. Al llegar la hora de comer, buscamos un sitio que nos atrajese y, a la vez, no fuera muy caro. Después de un par de intentos fallidos, encontramos un sitio cuyos anuncios publicitarios parecían ofrecerlo todo: Cocina internacional...tapas...platos tradicionales...innovación... Entramos, y vimos una carta mientras esperábamos que nos atendieran: Disponían de menú. Bueno, pues allí sería.

Cuando por fin llega el momento de que nos atiendan, una mujer que no lleva uniforme de camarera, y que ya viene con la cara tensa, (el sitio estaba lleno, con lo que nos pareció normal...entonces), nos lleva al fondo del establecimiento, justo al lado de la cocina, lo cual puede hacer suponer que tardarán poco en atendernos.Pedimos el menú. La cara de Mrs. Tensa no mejora. Supongo que esperaba que pidiésemos algún plato caro de la carta...si es que los tenía, lo cual ya nunca sabremos. El caso es que ya empieza la historia en sí misma.

El primer plato no se puede elegir. Son tres -sí, literalmente, tres; Ni una, ni dos, ni cuatro- tapas. Y son las que son, nada de elegir, insisto. Pero la señora T. nos dice que una de las tres se ha agotado, y que nos la cambia por una croqueta de carne. Como ya sabréis, Holly no come carne, así que le pedimos que la suya nos la cambie por otra cosa. Madame T. se aleja para ver si puede hacer algo. (Y, ¿dónde se supone que va a averiguarlo? ¡ Si la cocina está allí a nuestro lado! ...Da igual. Tardará tanto en volver, que Holly se quedará sin el 33% de su primer plato, y a cambio yo repetiré de croqueta ).

El retraso en volver se repetirá cuando toque que nos traigan el segundo, y de nuevo cuando nos traigan el postre, así que el café,-o, en mi caso, la infusión-, mejor la tomamos en otro sitio. Pero toda esa espera me servirá para presenciar otra escena significativa en la mesa de al lado, donde unos clientes que parecen ser del Este de Europa son atendidos con el mismo semblante por la camarada T., que les informa de que el pescado que han pedido se ha agotado. Como en nuestro caso, para averiguar qué puede hacer, se aleja de la cocina todo cuanto puede, y, como en nuestro caso, no volverá en unos buenos veinte minutos. Pero entre tanto, saldrá de la cocina alguien que, al ver la mesa vacía, les preguntará qué habían pedido y ¡oh, sorpresa! ¡sí que hay pescado!...No, no, no, Frau T., al ver al cocinero hablando con clientes, se acerca y, pese a que el cocinero sigue en sus trece con lo de que sí queda atún, ella lo deja claro, que para eso debe ser,-no queda otra, visto como se impone sobre el cocinero-, la jefa: No hay, y además nadie va a hacer nada por comprobarlo. Estos clientes se irán aún antes que nosotros, creo.

Un menú en el que hay platos que no puedes elegir, el retraso, y, no se me olvide, la mediocre calidad de los platos, hacen que, cuando salimos, el autobombo de sus anuncios publicitarios sea la gota que colma el vaso. Y que yo me decida, y así se lo anuncie a Holly, a resucitar nuestro blog con este tema como excusa.

Recordé en el momento a Lelio, ese hombre que siempre va conmigo, a quien os presenté en esta entrada .
Él me tiene dicho que hay al menos dos tipos de personas en el mundo del comercio: Aquel que quiere prestarte un servicio, pero a cambio se ve obligado a cobrarte un precio, (porque él también tiene que vivir,añado yo), y aquel que quiere cobrarte un precio, pero a cambio se ve obligado a prestarte un servicio (porque si no, a lo peor no picabas, añado yo también). Lo que ocurre es que el sistema se encarga de que proliferen los segundos, que son, precisamente, los que hacen la vida un poco más desagradable. Ya se sabe que casi nadie hace con gusto aquello a lo que se ve obligado, y es normal que cuando uno hace cosas a disgusto, se note. Que se lo pregunten al ceño de la señora T.

Pocos días después, para que no se me olvide, la vida me ofrece otro recordatorio. Holly, un amigo común y yo vamos a un restaurante. Puede que en este caso, el tiempo de espera entre apariciones de camareros fuera inferior que en el primero, lo concedo. Pero la característica que compensa viene a la hora de pagar: Nos acercamos a la caja, y, voilà! Nadie a la vista... excepto un camarero que disfruta de su cena sentado en una mesa. Esperamos,esperamos y seguimos esperando a que aparezca alguien y nos cobre, a que por lo menos el camarero que cena avise a alguno de sus compañeros.Pero no, nada de eso.
Cuando el período de espera ya empieza a pasar de castaño oscuro, les digo a Holly y a nuestro amigo algo que ya he dicho antes más de una vez: Yo puedo estar obligado a pagar, pero no creo estarlo a insistir en que se me cobre. Por tanto, les sugiero que caminemos tranquilamente hacia la puerta de salida. Aceptan.Por supuesto, cuando ya tenemos el tirador de la puerta en la mano, aparece alguien dispuesto a cobrar.

Yo no quiero tener esclavos, ni mucho menos. Y entiendo como el primero que una persona pueda tener un mal, incluso un muy mal, día en el puesto de trabajo, y más cuando dicho trabajo consiste en tratar todo el día con clientes, es decir, extraños, cada uno de las cuales es hijo de su padre y de su madre, como suele decirse,y gasta los modales que le apetece.Y además, defiendo la justicia social, así que me suelo solidarizar con alguien que está mal pagado, y/o trabaja más horas que yo, y además sigue trabajando en días festivos.

Y también creo que en el mundo de los establecimientos de hostelería no debería bastar con Servir15 (si os despisto, me remito ahora a la introducción de esta entrada). Porque creo que satisfacer a su cliente es (no debería ser, es), uno de los fines para que existen, que son, creo, muchos más que simplemente hacer caja. Que es necesario un equilibrio entre Servir15 y Servir2.

1 comentario:

  1. ¿Pedante, moi?

    Muy bien escrito y desarrollado, y muy divertido.

    Sobre la polisemia y la culpabilidad respecto al término "servir" y tus justificaciones, me gustaría apuntar algo.

    Los camareros de un restaurante no son tus esclavos ni tu su amo. Eres su cliente y pagas por ello, así que no deberías justificarte por exigir un buen servicio. Uno puede querer en su benevolencia asimilar la jerarquía capitalista a la jerarquía esclavista pero, desde luego, no me cabe duda que el camarero y nosotros estamos al mismo nivel de servidumbre. No somos burgueses, aunque digamos que estamos "aburguesados". Nos empleamos para ganar dinero y si no hacemos bien nuestro trabajo recibimos quejas y pueden llegar a despedirnos.

    El trabajo de camarero está muy mal pagado. Es un oficio menospreciado en nuestra sociedad pese a la cantidad innumerable de bares que paren nuestras calles. Se considera que el puesto de camarero lo puede ocupar cualquiera, y es por eso hay una pésima atención al cliente. Que no sea tan especializado como otros (p.ej., el tipo que se encarga de arreglar los circuitos del CERN) no significa ni que cualquiera pueda hacerlo ni que se pueda aprender en una semana.

    ¿Los camareros del Stinger han llegado al nivel de eficiencia que poseen de la noche a la mañana?

    Aunque los camareros son un caso más visible, en realidad el valor del trabajo está denostado en la sociedad capitalista. Se ve como un medio para llegar a los beneficios y que, de una manera u otra, se puede hacer. Da igual cómo, lo importante es que se haga para que llegue pronto el dinero.

    Cuando le pregunté a un jefe por un dinero que faltaba en mi nómina, me soltó que "encima de que me daba, le pedía". O sea, la idea constante de que el trabajo es algo que nos dan, como una limosna, y que si bien lo tienes tú, se lo podrían dar al otro de la esquina. Y eso no es cierto: no nos dan nada; hay un intercambio de dinero por trabajo, punto.

    Si la camarera ceñuda se siente jodida con su trabajo, no es tu problema (directamente). Es ella y sus compañeros los que deben hablar con el jefe y negociar unas mejoras. Indirectamente, sí que es problema tuyo y mío pues es una actitud que deberíamos tener todos con aquellos que nos contratan. Ellos no dan nada. Es un intercambio pactado, X horas por tanto dinero. Acostumbramos a agachar la cabeza y a estar agradecidos por que nos "ofrezcan" trabajo, preferimos callar.

    PD: Creo "mrs." debería ser "Mrs." y que en la oración «Son tres, -sí, literalmente, tres. Ni una, ni dos, ni cuatro-, tapas» si usas los guiones deberías quitar las comas. Además, en dicha acotación yo usaría un punto y coma en vez de un punto, pues resulta confuso al leerlo: «Son tres -sí, literalmente, tres; ni una, ni dos, ni cuatro- tapas».

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