"Hay dos tipos de economistas; los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres". (José Luís Sampedro).
(Para aquellos que se incorporaron tarde a este blog, esta entrada es una suerte de continuación de la que puede encontrarse aquí: http://criticasliquidas.blogspot.de/2010/11/lonorevole-societa.html)
Erase una vez una gran empresa multinacional llamada Lenteja ©. Tenía cientos de miles de empleados en sedes por todo el mundo, y grandes instalaciones donde se fabricaban sus productos, que eran grandes y muy caros, y tenían fama de ser muy buenos.
En su mismo mercado, el de los procesadores de piroborzutina cálcica, había otra empresa multinacional llamada Nevera ©. Era mucho más pequeña, tenía muchos menos empleados, y menos instalaciones, donde se fabricaban equipos menos grandes y mucho menos caros, pero igualmente buenos a la hora de hacer su trabajo, que los de Lenteja ©.
Nuestra historia comienza al mismo tiempo que esa gigantesca estafa internacional que, para no ofender a los honorables emprendedores, accionistas y otros hombres de negocios que la pusieron en marcha, hemos dado en llamar crisis.
No pocas empresas de ésas que no escatiman en gastos cuando se trata de que sus altos ejecutivos visiten a gastos pagados países que no conocen, para celebrar innecesariamente en el extranjero importantísimas reuniones de negocios que podrían celebrar permaneciendo en sus despachos gracias a Internet, ahorrando así miles de euros/dólares, vieron el cielo abierto.
Tenían la excusa perfecta para despedir a unos cuantos miles de empleados fijos, y sustituirlos por precarios subcontratados aportados por empresas de trabajo temporal, ahorrando así otros cuantos miles de euros/dólares con los que subir las primas de sus altos ejecutivos. Y por supuesto, también tenían la excusa para coaccionar a proveedores en general para que rebajasen sus tarifas. Porque claro, la crisis nos afecta a todos...
Algunas de estas empresas locas por rebajar gastos eran precisamente compradoras de productos de Lenteja ©. que de repente, vinieron a darse cuenta de que los productos de Nevera © trabajaban igual de bien. Y de que si bien la imagen corporativa había dictado hasta ese momento que solo equipos caros eran dignos de la empresa, ahora la coherencia decía que para hacerse pasar por víctimas de la crisis, parte del disfraz obligaba a comprar lo barato en vez de lo caro.
Asi pues, Lenteja ©. empezó a perder clientes en favor de Nevera ©, y la tendencia llegó a los oídos de todos los profesionales de la piroborzutina cálcica en general. Y al poco, alguien,-posiblemente un empleado de Nevera ©-, le dio la primicia a uno de sus contactos. Concretamente, a un periodista.
La cosa apareció publicada. Los teóricos verdaderos dueños de Lenteja ©. (o sea, sus accionistas) no tenían ni idea de por qué ahora los equipos de esa empresa parecían peores que los de la otra (Y ¿Cómo lo iban a saber, si ni los habían visto en foto?). Lo que sí sabían es que ellos habían comprado acciones de esa empresa porque les habían prometido que ganarían una cantidad indecente de dinero sin moverse del sofá. Pero ahora Nevera © vendía más, y los mismos especialistas que les aconsejaron en su momento comprar acciones de Lenteja ©. , ahora empezaban a recomendarles venderlas rápidamente, porque Lenteja © estaba en horas bajas, y comprar en su lugar las de Nevera ©, que obviamente estaba en alza.
Esto también salió publicado, en periódicos de color salmón: Las acciones de Lenteja ©. se estaban desplomando, y el valor de las de Nevera © subía como la espuma. Los altos cargos del consejo de administración de Lenteja ©. tenían que hacer algo. Todos ellos sabían perfectamente que aunque la calidad de sus equipos no hubiese bajado lo más mínimo, la verdadera importancia de una empresa fabricante de equipos de procesamiento de la piroborzutina cálcica lo suficientemente grande como para operar en bolsa ya no radica en sus productos, ni en sus trabajadores, sino en el valor de sus acciones.
Algún profano, totalmente desconocedor del mundo empresarial, al enterarse de la situación, probablemente habría sugerido bajar los precios de los productos Lenteja ©. para hacerlos competitivos. Más aún, si hubieran sabido de la inmensa diferencia entre lo que costaba fabricarlos y el precio por el que se los vendía. Pero eso solo habría mostrado lo ya mencionado: Su total desconocimiento del mundo de los negocios. Afortunadamente, los verdaderos dueños de Lenteja ©. (a saber: sus escasos accionistas mayoritarios) eran personas muy preparadas, y sabían qué debían hacer.
El mercado, siempre se nos ha dicho, está regulado por sus propias leyes, que, siempre se nos ha dicho, son las mejores, y hay que dejarlas operar con libertad. Así pues, en este caso, nuevamente, había tan solo que dejar actuar a las leyes de mercado, avisándolas previamente mediante el encendido de la batseñal del tejado.
Por supuesto, éstas acudieron inmediatamente a la llamada urgente, como siempre acuden en caso de necesidad. Se produjo una llamada de teléfono, y tras una conversación, fue convocada una reunión entre los escasos verdaderos propietarios de Lenteja © y los de Nevera ©.
En el trascurso de dicha reunión, fue hecha una oferta que sus destinatarios no podían rechazar. Y así fue, no la rechazaron. A fin de cuentas, ellos no estaban en el mundillo para fabricar procesadores de piroborzutina cálcica -eso era meramente accidental- sino para forrarse el riñón sin dar golpe. Y ahora les acababan de ofrecer una cantidad inmoral de dinero simplemente por vender sus acciones, y con ello su empresa. No había ni que levantarse de la silla. Así pues, Nevera © fue vendida a Lenteja ©.
Inmediatamente Lenteja © hizo lo que cualquiera habría hecho: Realizar las modificaciones oportunas a su nueva posesión, para hacerla adecuada a sus gustos. Las fábricas de Nevera © no eran en absoluto necesarias, y los miles de trabajadores que habían pertenecido a su plantilla, tampoco.
Y por supuesto, los productos también se vieron afectados. Para empezar, en el nombre: Si eran propiedad de Lenteja ©, debían llevar su nombre: Ah, pero si la gente los compraba por ser Nevera ©, eso debía ser tenido en cuenta: De inmediato, comenzó el diseño de nuevos catálogos de productos Lenteja © (antes Nevera ©) para los comerciales.
El toque final fue el precio: Siempre se nos ha dicho que lo bueno debe ser caro, y lo caro debe ser bueno. Así que a los nuevos productos Lenteja © (antes Nevera ©) se les cambió el precio, colocándolos a escala Lenteja ©. Es decir, incrementándolo cuantiosamente. Curiosamente, sin haber cambiado en nada su calidad. Muy al contrario, pronto se llegó a la conclusión de que se podía ahorrar costes rebajando un poco la calidad de los materiales con los que se los fabricaba. Eso puso muy contentos a los dueños de Lenteja ©: Productos más baratos que se vendían más caros, es decir: Lo que siempre se buscaba.
Cuando los clientes empezaron a descubrir que los productos Lenteja © (antes Nevera ©)eran tan caros como los Lenteja © a secas, llegaron a una fácil conclusión: Si la razón que les había hecho decidirse por ellos en el pasado ya no existía, dejaban de ser necesarios. A fin de cuentas, crisis o no crisis, en realidad siempre habían tenido suficiente para comprar Lenteja ©, así que volvieron a hacerlo, y todos tan contentos...¿O no?
Llegado un punto, los expertos de Lenteja © se fueron dando cuenta de que ya no era rentable seguir fabricando productos que nadie iba a comprar, así que fueron clausurando sus líneas de producción, hasta que Nevera © se convirtió en un nombre que solo se utilizaba en conversaciones sobre el pasado...Y que un día dejó de usarse para siempre.
Evidentemente, los defensores de las leyes del mercado debían mostrarse contentos con los resultados finales de la experiencia: Unas fábricas que producían herramientas perfectamente válidas fueron clausuradas. Unos trabajadores cuya calidad nadie ponía en duda fueron despedidos. Una empresa que proporcionaba soluciones más baratas desapareció para siempre. Los escasos accionistas mayoritarios de Nevera © se forraron el riñón aún más. Y por último, Lenteja © siguió vendiendo sus productos innecesariamente caros en la tranquilidad de que seguía siendo perfectamente capaz de eliminar a quien les hiciera competencia.
ADVERTENCIA: LOS NOMBRES Y EVENTOS QUE FIGURAN SON TOTALMENTE FICTICIOS. CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA.
Muy triste, pero real como la vida misma...
ResponderEliminarEso sí, yo siempre hubiese dicho que Lenteja era la pequeña, no la grande, eh?