En el año 63 antes de nuestra era, el reino de Judea, en Oriente Medio, vivía una guerra entre dos hermanos, hijos del difunto rey Alejandro Janneo: Hircano II, hijo mayor y heredero del trono a la muerte de su madre, proclamado rey con el apoyo de la comunidad farisea, había visto como la comunidad saducea apoyaba a su hermano Aristóbulo II, que le desposeyó del trono. Hircano atacó la capital, Jerusalén, para recuperar el poder, y así estaban las cosas cuando el poderoso general romano Cneo Pompeyo Magno llegó a Judea con su ejército para asegurar, desde el punto de vista de los intereses romanos, la zona, después de haber convertido Siria en provincia romana, y haber derrotado a Mitrídates VI, rey del Ponto. Aristóbulo II pidió ayuda a Pompeyo, prometiéndole una fuerte recompensa, pero después de que éste cumplió y llegó el momento del pago, Aristóbulo le acusó de haberle extorsionado, por lo que el romano volvió a colocar en el trono a Hircano. Judea se convirtió en un reino clientelar de Roma, independiente jurídicamente, pero sometido a su autoridad. Posteriormente, durante el imperio de Augusto, al reino de Judea se le añadirían otros territorios, hasta formar una nueva provincia, gobernada por un prefecto.
Los judíos, habitantes de Judea, eran descendientes de los israelitas, y éstos a su vez de los hebreos. Ellos habían sido esclavos de los egipcios, (aunque la esclavitud no formó parte de la cultura egipcia, y en realidad se trataba de lo que llamaríamos una corvea, que fue habitual en la Europa feudal), y después lo serían sucesivamente de asirios, babilonios, persas y griegos hasta llegar a los romanos. No es de extrañar, por tanto, que en un momento dado, concretamente durante la esclavitud en Babilonia, (587-538 antes de nuestra era), se produjera un cambio en la religión hebrea, apareciendo las primeras profecías sobre la futura venida de un lider que libraría con éxito las batallas necesarias para establecer el reinado judío de la Tierra.Ese enviado escogido por su dios fue llamado maschíaj, "ungido", (del hebreo masjáj, "ungir", con el significado de "elegir a alguien para un puesto o para un cargo muy notable, i.e. para ser consagrado como Sumo Sacerdote o Rey"), que en castellano se refleja en la voz mesías.
A pesar de ello, entonces como ahora, el Poder encuentra (casi) siempre una forma de evitar toda posible revolución que amenace con cambiar las cosas, y así, en la primera mitad del s.I de nuestra era, momento en que Judea era provincia romana, dentro de la religión hebrea surgiría una tendencia nueva caracterizada casualmente por proclamar que hay que amar a los enemigos, y poner la otra mejilla, cuando se nos ha abofeteado en una, en lugar de devolver el golpe.Y por supuesto, someterse al poder político. Todo ello basado en la esperanza de una vida mejor después de la muerte. (Y escribo casualmente porque hablamos del momento en que dentro de una de las comunidades judías, la farisea, había surgido un ala integrista radical, dispuesto a empuñar la espada para traer el reino de su dios a la tierra. Hablo de los zelotas, para los cuales pagar los impuestos a los romanos es pecado. Roban a los ricos, secuestran, e incluso llegan a matar. Su primera víctima es nada menos que el hijo de un Sumo Sacerdote.)
No creo que haya duda de que una de las mejores formas de apagar la llama que podía mantener encendida la esperanza de un futuro mesías libertador, era afirmar que en realidad ese mesías ya estaba muerto, y que no había sido ningún guerrero precisamente. Para ese fin escogieron, aparentemente, la figura de un predicador itinerante de religión judía llamado en arameo, su propia lengua, Yeshú, (diminutivo de Yeshuá). Nombre que, al ser posteriormente traducido al griego como Ιησους (Iesous), crearía la forma más comúnmente conocida de Jesús, (aunque también puede crear el nombre Josué), a la que se le añadiría el epíteto Χριστός, (Christos), "ungido", de xρίω, "ungir", (traducción literal, como puede verse, del título hebreo correspondiente), que daría a sus seguidores el nombre de "cristianos", aunque ese nombre se crease aproximadamente una década y media después de la fecha supuesta de la muerte del tal Jesús, y para definir a personas que no le conocieron.
En la Roma de Augusto, y posteriormente de Tiberio y sucesores, se da la circunstancia de que se acogen algunos dioses extranjeros propios de los pueblos conquistados, bien identificándolos con uno propio,como ocurrió con Afrodita/Venus, o bien aceptándolo sin más, como el persa Mitra. Además, se respetan algunas estructuras propias del territorio sometido, por ejemplo, su derecho a honrar a sus propios dioses autóctonos. Ahora bien, los romanos también han institucionalizado el culto al Divus, el emperador muerto y convertido en un dios más de los muchos al que adorar, y de ese culto no eximen a ninguno de sus súbditos, razón ésta entre otras por la que los cristianos, que no adoran a más dios que el suyo, son criticados y serán perseguidos. Esto queda especialmente de manifiesto en época de Nerón, cuando son acusados de haber causado el gran incendio que devastó la ciudad de Roma en el 64 de nuestra era.
Aparentemente, tres décadas antes de dicho incendio, año más o año menos, habrían comenzado los seguidores de ese Yeshú a difundir las enseñanzas de la nueva secta cristiana, para lo cual evidentemente necesitaban plasmar de alguna forma dichas enseñanzas, incluyendo la vida de la persona a la que seguían, sus palabras y sus obras. Y aquí es donde comienzan los problemas.
El tal Yeshú, de existir, solo habría sido un predicador itinerante, de los que en su época no había pocos, precisamente, y no una figura relevante, (razón por la que no nos queda ninguna prueba arqueológica de su existencia), y tampoco dejó obra alguna escrita por él. Así pues,los testimonios sobre él carecen de valor historiográfico. No son históricos. Ni siquiera los presuntos testimonios de historiadores no cristianos, (el judío Flavio Josefo o los romanos Tácito o Suetonio), provienen de gente que le conociera, o siquiera estuviera viva en ese tiempo, pues Josefo, el más antiguo de ellos, ya había nacido después de la supuesta muerte de Yeshú. Por ello hay que llamar "supuesta" a su existencia, y "presuntos" a los testimonios.
Cuando Flavio Josefo escribe sus Antigüedades Judías, ya hace aproximadamente 60 años que grupos de personas difunden por el mundo la leyenda de Jesús, así que él está meramente repitiendo una historia que ha oído, de la que no ha sido testigo y cuya veracidad no puede contrastar, tanto en los párrafos de la obra que después serían bautizados como Testimonio Flaviano, en los que habla de Jesús, el mesías, que hizo milagros y fue crucificado por Pilato, como en el posterior en el que menciona a Santiago, hermano de Jesús. Y la misma relevancia histórica, -nula-, tienen los testimonios aún posteriores de Plinio el Joven, en su Carta a Trajano donde menciona que "los cristianos cantan himnos a Cristo, que según dicen ,es casi un dios"; Tácito, en sus Anales, cuando hablando de las persecuciones de Nerón dice que "los cristianos toman su nombre de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato"; o Suetonio, que para agravar las cosas,en su Vida de los doce Césares ni siquiera habla de Cristo, sino de un tal Chrestus, que instigó a los judíos, lo que hizo que fueran expulsados de Roma por el emperador Claudio por sus hábitos escandalosos.
El hecho de que la supuesta vida de Jesús hubiera de ser la propia de alguien tan notable como para hacer creíble que fuera él el mesías que los judíos esperaban, y del que ya sabían muchos detalles, pues de él hablaban numerosas profecías, sumado al hecho de que fueran varios y diversos los grupos de personas que difundían su leyenda, hizo que el material en sí mismo fuera contradictorio, (por eso Celso, filósofo griego del s.II, nos dice que alteran los cristianos el texto original del Evangelio tres, cuatro o más veces, y lo desfiguran, para eludir de este modo las dificultades que plantea la crítica), lo cual obligaría a comunidades que se suponía horizontales a buscar una verticalidad. Una autoridad que por sí misma pudiera decidir cuál era la historia verdadera entre dos opuestas. (Acabando así, dicho sea de paso, con toda posible "divinidad" en la transmisión de los textos).
Textos supuestamente escritos por los seguidores de Yeshú que le trataron cuando éste supuestamente estaba vivo, (y que supuestamente se conocían entre sí), y en los que relataban su vida, palabras y obras, ésos a los que Celso cita como Evangelios, hoy sabemos que fueron escritos más de 30 años después de su supuesta muerte, por personas que no presenciaron directamente los hechos que narran. Estos Evangelios plantean numerosas contradicciones entre sus tramas, que dan lugar al llamado Problema Armónico, aunque solo tres de ellos, los llamados Sinópticos, son mayoritariamente coincidentes. Y escribo solo tres de ellos porque existieron tantos y tan diferentes textos que podemos calificar de evangelios, que, como escribí más arriba, eso obligó a decidir qué textos se seguirían usando como verdaderos, creando así un canon, y cuáles dejarían de usarse, o incluso se destruirían, por apócrifos. (Hoy se prefiere el eufemismo extracanónicos).
Si consideramos que alguna de las diferentes comunidades judías que convivían en el seno de la misma religión a la que pertenecía Jesús, y en la que nació la secta cristiana, -concretamente, la saducea-, colaboraba con el invasor, que se apoyaba en ella para someter al pueblo, y si añadimos que dicha comunidad estaba casualmente formada por personas de la clase alta de la sociedad judía, no nos costará entender que menos de trescientos años después de su nacimiento, esta secta judía conseguiría la protección oficial del imperio invasor que les había perseguido, (311: Edicto de Nicomedia proclamado por el emperador Galerio, que terminaba con las persecuciones de los cristianos; 313: Edicto de Milán del emperador Constantino I, que establece la libertad de religión en todo el imperio), y finalmente se convertiría en su religión oficial (380: Edicto de Tesalónica del emperador Teodosio I).
El hecho de que supuestamente varios emperadores se convirtiesen a la nueva religión antes de morir, y favoreciesen en general a sus practicantes, confirmaba el éxito de las maniobras de la comunidad cristiana destinadas a hacerse con el poder civil, político y social, y no únicamente a asegurar su propia supervivencia. Evidentemente, esto incluyó seleccionar cuidadosamente en contra de quién alzarse, a quién apoyar, a quién manipular para conseguir la conversión de alguien influyente cuyo poder usar para la propia causa. Un claro ejemplo de esto último es Helena de Constantinopla, cuya conversión al cristianismo sería decisiva para conseguir la de su hijo, el citado emperador Constantino I. (Entre los dudosos méritos personales de Helena se halla el haber encontrado supuestamente la cruz donde había sido crucificado Jesús más de 200 años antes, así como los restos de los Reyes Magos, que habrían sobrevivido 40 años al propio Jesús, y aún así en época de Helena llevarían muertos más de 150 años... ...si alguna vez hubieran sido algo más que una leyenda. A pesar de lo cual, los encontró y supuestamente sus restos descansan actualmente en la catedral de Colonia, a la espera de que alguien objetivo los analice algún día)
Éste fue un emperador dispuesto a trabajar por su nueva fe, a la que no le sobraba ninguna ayuda. Así, además de promulgar el Edicto de Milán, antes citado, también es obra suya la convocatoria del Concilio de Nicea (325), donde la jerarquía de la iglesia cristiana buscaba lograr la unidad ideológica, que se enfrentaba al problema de la existencia de comunidades que interpretaban algunas enseñanzas cristianas a su propia manera en lugar de seguir la interpretación ortodoxa. El emperador fue convencido de que la división religiosa era una amenaza para su imperio, así que influyó decisivamente en favor de las tesis ortodoxas, y su poder civil intimidó a los obispos que representaban la discrepancia, que aún sin estar convencidos firmaron el acuerdo final. (Esta forma de la iglesia de tratar a la disidencia mediante la intimidación ha llegado hasta nuestros días).
Otra de las tácticas usadas para aumentar la difusión, y con ello el poder, de esta nueva religión, fue colocar celebraciones propias, reales o inventadas, en las fechas en las que ya había celebraciones multitudinarias, para que así generaciones venideras creyeran realmente que lo que festejaban tenía que ver directamente con su fe, que debía ser la única.Uno de los ejemplos más clásicos tiene que ver con los festivales en honor del sol que se celebraban cuando la luz solar aumentaba después del solsticio de invierno, del día 22 al 25 de Diciembre. Concretamente ese último día, se celebraban las Brumalia, en las que se honraba a Baco, y era día de bebida y risas. Terminaban así las fiestas de Saturno, que duraban aproximadamente una semana, y en las que familiares y amigos se intercambiaban regalos.
En época de Constantino I, se comenzó a aprovechar la simbología que asociaba a Jesús con la luz y el sol, para comenzar a celebrar el supuesto nacimiento de Jesús en esos días en que se adoraba al Sol. La máxima autoridad de la iglesia cristiana catolica, papa Julio I, escogió la fecha del 25 de diciembre en 350, y su colega Liberio lo oficializaría mediante un decreto papal en 354. Así, cuando el poder civil, de acuerdo con el religioso, prohibiese las celebraciones no cristianas, (el eufemismo es paganas), la gente seguiría teniendo fiesta, y poco a poco iría olvidando el pasado y creyendo que lo que celebraba era el nacimiento de Jesús.
Otro hito significativo para la confirmación del monopolio cristiano, llegaría más tarde, en el año 525, cuando el entonces papa Juan I encargaría a Dionisio, llamado el Exiguo, un monje de la Escitia, (territorio que actualmente pertenece en parte a Bulgaria y en parte a Rumanía), que elaborase un nuevo calendario para sustituir al que existía, que provenía de Diocleciano, emperador que había perseguido a los cristianos. Dionisio recibió el encargo de que su sistema de datación comenzase en el año en que Jesús supuestamente había nacido. El problema es que habían transcurrido casi 500 años, en los que los acontecimientos se habían estado datando a la romana, es decir, usando los nombres de los cónsules de cada período para especificar el año, y Dionisio, que tenía como punto de referencia el reinado de Herodes I el Grande, (que reinaba en Judea cuando supuestamente nació Yeshú), se equivocó en un plazo de entre 4 y 7 años al calcular las fechas de ese reinado, y escribió que Jesús nació 753 años después de la fundación de Roma, cuando debió haber escrito 748.
No era más que la enésima ocasión en la que la torticera manipulación interesada albergaba la intención de volver histórico lo que solo era mítico. El deseo malicioso de convertir en real la supuesta biografía de un hombre cuyo padre era conocido... ...pero como era hijo de dios, nada menos, entonces su padre biológico pasó a serlo putativo sin más, y su madre tuvo que conservar su virginidad incluso después del parto. Ah, y no olvidemos que tres (o cuatro, o siete, o doce, según las fuentes) reyes extranjeros viajaron en su búsqueda desde lejanas tierras para adorarle, guiados por una estrella enviada por su dios... (Si yo fuera vosotros y viera pasar una estrella en el cielo, me guardaría mucho de seguirla. Os aseguro que no me conduciría a ningún lugar concreto y podríais estarla siguiendo mucho tiempo)
¿Y aún en el siglo XXI sigue habiendo entre nosotros quienes creen a pies juntillas que toda esta sarta de patrañas es un relato histórico? ¿Qué pasaría si en nuestros días se conociese que un personaje importante planeaba lanzar un objeto luminoso para que sobrevolara el cielo con dirección a Israel? ¿Tendría que pedir permiso para usar el cielo?...
(WASHINGTON (AFP) - Un nuevo documento de política espacial de Estados Unidos, divulgado a principios de mes en sustitución de otra normativa, señala la posibilidad de negar acceso al espacio a "adversarios" si se considera que éstos interfieren con sus intereses nacionales o de seguridad. Este documento también rechaza cualquier medida para prohibir armas espaciales, al tiempo que apoya el desarrollo de un sólido sector comercial espacial, y señala que "la seguridad nacional de Estados Unidos depende en forma crítica de su capacidad espacial, y esta dependencia aumentará". El documento instruye al secretario de Defensa a "desarrollar capacidades, planes y opciones para garantizar la libertad de acción en el espacio y, en caso de recibir la orden, de rechazar esa libertad de acción a los adversarios", equiparando la libertad de acción en el espacio con "el poder áreo o marítimo". "Estados Unidos se opondrá al desarrollo de nuevos regímenes legales u otras restricciones que busquen prohibirle o limitarle el acceso o uso del espacio. Los propuestos acuerdos de control de armas o las restricciones no deben afectar el derecho de Estados Unidos de investigar, desarrollar, probar y realizar operaciones u otras actividades en el espacio por intereses nacionales", agrega.
Al tiempo, Washington busca fomentar el uso del espacio comercial "y hacer posible un dinámico sector espacial comercial interno", comprometiéndose a asistir al sector privado en ese sentido y a racionalizar la autorización de actividades espaciales comerciales.)