viernes, 17 de septiembre de 2010

ESTA YEGUA NO ES MI VIEJA YEGUA GRIS

Hubo una vez un chico de Nueva York llamado Robert Mark Kamen, que nació y creció en el Bronx. Robert estudió en la Universidad de Nueva York, se licenció en Literatura y con el tiempo, decidió usar su habilidad para escribir para convertirse en guionista.
A principios de los 80, un guión suyo cayó en manos de un antiguo representante de artistas, y ya entonces famoso productor de cine, a la vez que alto ejecutivo de la United Artists, Jerry Weintraub, casualmente también originario del Bronx.
El protagonista de la historia de Kamen era un tipo de personaje muy popular para el público estadounidense: el underdog. (Aproximadamente, el desvalido, el desamparado). En este caso, se trataba de un muchacho huérfano de padre que se mudaba con su madre a otra ciudad donde no conocía a nadie, y se convertía en víctima propiciatoria de unos matones locales. Entonces conocía a un hombre que le enseñaría a defenderse y, de paso, acabaría ejerciendo de segundo padre para el muchacho mientras éste iba pasando por su adolescencia.
A primera vista, una historia típica y tópica. Incluso le habría podido ocurrir al propio Kamen , o alguien a quien él conociera. Pero a esta base, le añadiría dos claves decisivas en el resultado final. La primera sería que el hombre que supuestamente tendría que enseñar a defenderse a un muchacho, pasaría de los 50 y su apariencia física no sería precisamente la de un hombre alto y musculoso. Y la segunda…
Después de su victoria sobre Japón en la Guerra en el Pacífico, los norteamericanos decidieron, entre otras cosas, crear una base militar en la isla de Okinawa, estratégicamente situada entre Japón, China y Corea. Fue así como entraron por primera vez en contacto con un conjunto de técnicas de combate que se habían desarrollado en esa misma isla, bautizado como 空手, [karate], “mano desnuda”.
Durante los 50 y 60 el karate fue popularizándose en los Estados Unidos, gracias a personas como Ed Parker. No por casualidad fue él quien, en el campeonato internacional de karate de Long Beach, California, dio a conocer a un artista marcial llamado Bruce Lee, cuya figura se extendería por el mundo, haciendo que el kung-fu siguiese el ejemplo del karate. Numerosas películas hechas de manera económica en Hong-Kong invadieron las pantallas, haciendo que durante un tiempo cualquier película de artes marciales se convirtiera, popularmente, en una película “de kung-fu”, incluso si ése no era el arte marcial representado. La serie de TV protagonizada por David Carradine, las películas del propio Lee, (y sus numerosos imitadores), o incluso un chico que con 17 años había trabajado como especialista en dos de las películas de Lee, debido a su extraordinaria agilidad, llamado Chan Yuen Lung , (luego occidentalizado como Jackie Chan),inclinan en los 70 la balanza de la popularidad hacia el kung-fu. No obstante, también el propio Lee dio un papel importante en una de sus películas a un varias veces ganador del Campeonato Profesional de karate del peso medio llamado Chuck Norris, quien se convertiría también en una figura famosa del cine.en los 70 y 80. (Dolph Lundgren, Jean-Claude Van Damme o Wesley Snipes son así mismo ejemplos de actores salidos del karate aunque tal vez no sea tan conocido para el público en general.)
Así pues, como parte de la herencia de esa tradición, Kamen hace que los matones locales de turno que apalean al muchacho recién llegado al barrio que se ha atrevido a ligarse a la exnovia de su líder, (Elisabeth Shue), sean estudiantes de karate, lo que hace que el chico, Daniel Larusso, (Ralph Macchio) decida aprenderlo también. Al ver lo que los chicos malos están haciendo con Daniel, el anciano encargado de mantenimiento de su edificio, un nativo de Okinawa (¡casualmente!) llamado Kesuke Miyagi (evidente homenaje al fundador del estilo Goju-ryu, Chojun Miyagi), (Noriyuki “Pat” Morita, doblado en sus escenas de lucha por el maestro Fumio Demura), decide enseñar al chico el auténtico karate de Okinawa, el que solo se usa para autodefensa, para buscar la paz y el crecimiento interior y exterior, muy diferente del que los matones están aprendiendo de John Kreese, (Martin Kove), un veterano del Vietnam que hace gritar a sus alumnos lemas tan edificantes como “¡Pegar primero!¡Pegar duro!¡Sin piedad!”.
Como forma de conseguir una tregua para enseñar a Daniel, Miyagi se compromete a que compita en el próximo torneo abierto de karate en el que competirán los alumnos de Kreese. Así, durante el tiempo del que dispone, Miyagi enseña karate a Daniel de una forma muy poco ortodoxa, pero mundialmente conocida a estas alturas: Dar cera…pulir cera…pintar valla… y además le enseña la ya famosa “técnica de la grulla”, con la que Daniel derrota al líder de los matones, John Lawrence (William Zabka) en la final del torneo de karate.(Por cierto, ¿Alguien más se ha extrañado alguna vez de que en un torneo amateur entre menores de edad no se use ni un solo elemento de protección, como cascos o coquillas?)
El film, finalmente llamado The Karate Kid después de obtener el permiso de la compañía de cómics DC, que había registrado el nombre para una de sus series, fue dirigido en 1984 por John Avildsen (quien ya tenía una exitosa experiencia con otro personaje parecido a un underdog llamado Rocky Balboa), y se convirtió inmediatamente en un éxito de crítica y público, que consiguió una candidatura a los Globos de Oro y otra más a las Óscars (por cierto, ambas para Noriyuki Morita), y del que se derivaron hasta tres secuelas, la última de ellas protagonizada por la doblemente oscarizada Hilary Swank cuando tenía 20 años.
En 2010 , más de 25 años después de la primera película de la saga, Will Smith, un actor con mucha influencia en Hollywood, que lleva tiempo trabajando para que sus hijos se lleven pedazos cada vez más grandes del pastel que se reparte allí, nos ha traído un remake, cocinado según su encargo, a mayor gloria de su hijo Jaden, de 12 años, y a quien ya habíamos visto con su padre en En busca de la felicidad, y con Keanu Reeves en el remake de 2008 del clásico de ciencia ficción Ultimátum a la Tierra.
La historia de Kamen ha sido recuperada en buena parte, lo cual los fans podrán advertir incluso en frases del diálogo, aunque el cambio que se le ha hecho tampoco ha sido pequeño. El nuevo underdog (Jaden Smith) se llama Dre Parker y tiene 12 años y el nuevo barrio al que se muda con su madre está… ¡en China! (lo cual permite que en esta nueva versión, los malos de la historia no sean norteamericanos, como el héroe, sino chinos). Y claro, eso nos lleva directamente a otro cambio importante: El arte marcial en cuestión en este “remake” no es el karate, sino el kung-fu. ¿Por qué, entonces, mantener el “karate” del título? En Internet se ha podido leer que, dado el texto de la ley estadounidense que protege las marcas registradas, un título como Kung-fu Kid habría sido suficiente para provocar una demanda de Paramount, la productora de Kung-fu Panda, contra Columbia, que distribuye esta película. Personalmente, creo que la razón ha sido atraer a una cantidad aún mayor de espectadores entre los que disfrutaron de la primera versión.
El nuevo “señor Miyagi” (Jackie Chan) es chino, se llama Han, y, como Miyagi, es el encargado del mantenimiento del edificio donde vive el protagonista. Como su antecesor, él también ha perdido a mujer e hijo, cuyo recuerdo permite a Chan interpretar una escena dramática que ha supuesto la sorpresa más agradable del film para mí. Pero físicamente está perfectamente capacitado para interpretar sus propias escenas de lucha, como siempre, (y no hace nada para disimularlo), lo cual rebaja el aliciente que suponía para la original el ver luchar a alguien que desde el principio parecía un anciano incapaz de defenderse.
La mayor pega del film es, claramente, la edad de su protagonista. Si “Daniel-san” era un adolescente, “Xiao Dre” tiene solo 12 años, lo cual para el contexto de la historia original supone echar demasiada agua en lo que originalmente podía ser un buen whisky. Que sus adversarios tengan esa edad, hace que la escena en la que Han se enfrenta con ellos para defender a Dre se convierta en una de esas escenas cómicas con más coreografía que verdadera lucha que caracterizan las películas de Chan. En su filmografía encajan como un guante, pero en esta saga ciertamente no. Por no mencionar que Ali, la chica que cambia a Johnny Lawrence por Daniel Larusso, detonando así la relación entre los dos muchachos, es ahora Mei Ying (Wen Wen Han), una violinista de 12 años, que quizá disponga de más minutos en pantalla que Elisabeth Shue, pero cuya influencia en la trama es notablemente inferior. Y, qué decir de los nuevos villanos. Comenzando por el poco convincente maestro Li (Yu Rongguang, de quien espero que haya sido escogido por tratarse de un actor respetado en Oriente, porque lo cierto es que su actuación no pasa el corte), equivalente chino de John Kreese, y siguiendo por el Johnny Lawrence chino, Cheng (Zhenwei Wang), quien quizá resulte más creíble que su propio maestro.
Uno tendería a justificar fácilmente el bajón en la verosimilitud de la violencia del film como algo hecho a propósito, argumentando que los protagonistas, y por tanto, la audiencia potencial del film, son menores que los de la versión original, pero el problema es que no es así. Basta con ver el campeonato de kung-fu, donde de nuevo menores de edad en competición amateur no llevan ninguna protección, (la única razón para tal inverosimilitud es la espectacularidad), y donde, por cierto, nuestro héroe vuelve a ganar sirviéndose de su “técnica especial”, pero, esta vez, dicha técnica es psicológica, por lo que finalmente prefiere una espectacular patada a la cabeza.
Una importante diferencia entre ambas películas radica precisamente en que en la primera, la calidad de las escenas de lucha no era mucha, (pese a contar con la supervisión del maestro Pat E. Johnson, alumno de Chuck Norris, y que además interpretó al árbitro en el campeonato final), dado que los actores no eran karatekas ni habían dispuesto, naturalmente, del tiempo imprescindible para adquirir el nivel que se necesitaba, sin embargo eso podía verse compensado por el tema principal de la película, que venía a ser el crecimiento interior de un adolescente mediante el karate y no meramente sus luchas. Mientras tanto, en esta nueva versión tenemos que probablemente la calidad de las escenas de lucha supere a su antecesora, pero eso por si solo no la hace mejor que ella, pues no apreciamos ningún crecimiento interior en un niño de 12 años por muy espectaculares piruetas que pueda hacer.
Si en algunos casos los casi siempre innecesarios remakes, que como éste suelen ser sensiblemente inferiores a sus originales, encuentran alguna justificación, al causar que alguien descubra éstos después de haber visto aquellos, (por ejemplo, los que descubrieran Sabrina, de Billy Wilder , después de haber tenido la mala suerte de ver a Julia Ormond interpretar el remake), ni siquiera es éste el caso, pues no han pasado tantos años, ni es la original una película minoritaria y difícil de poder ver. Así que, en definitiva, "felicito" a Will Smith, que se lleva la pasta con ella, (tanto, que solo tres meses después de su estreno en Estados Unidos ya se comenta que una segunda parte se encontraría en período de preproducción), pero no puedo recomendar esta película. No hay verdadera acción, no hay verdadero romance, no hay…
Bueno, tal vez puede recomendársele a alguien que quiera ver China, que en un momento en el que, casualmente, se abre un poco más al occidente capitalista, queda retratada como un a veces muy hermoso escenario. O a fans de Jackie Chan, (de largo, lo mejor de la película en comparación con un Jaden Smith cuyos mayores méritos son poner caritas que recuerdan a la de su famoso padre, o estar en una forma física espectacular para su edad, pero que está muuuy lejos de tener un nivel interpretativo digno), que, si bien no le encontrarán luchando, al menos, tendrán ocasión de verle en una escena dramática.

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