Ningún hombre es una isla. (John Donne).
-¡Muy buenas! ¿Qué tal ha ido el día?
-Pues mira...menos mal que en la oficina tenemos aire acondicionado...Que por cierto, lo ponen tan fuerte que a veces hasta hace frío...Pero es que ir por la calle era asfixiarse...
-Aire acondicionado lo tendrás tú...Yo en el taller solo tengo un puñetero ventilador de esos de pie, y por mucho que lo pongo a que gire, me paso el día sudando...Por lo menos por la noche refresca un poco, porque si no...
-Pues sí...
-Bueno, y, ¿Qué te cuentas hoy? Anda, cuéntate una historia de las tuyas...
-¿Sabes que nunca me ha gustado que me digan eso? Y conste que no eres el primero que lo hace...Y temo que tampoco serás el último..."Cuéntate algo"...Solo os falta añadir "...que estoy aburrido". Pero, ¿Qué os creéis? ¡Que cuando yo cuento una de mis anécdotas, voy en serio!
¿-Y qué tiene de malo que a los que te oímos tus historias nos entretengan? Macho, yo de ti me lo tomaría como un cumplido. Peor sería que te tomasen por un pesado, y nadie te quisiera oír, me parece a mí...
-No, si no te creas, que eso también me pasa, y no me gusta más que lo otro...De hecho, con lo mucho que me gusta hablar, si solo pudiera elegir entre ambas posibilidades, obviamente preferiría que me tomasen por un entretenimiento, a que pasasen de mí, y no tuviera auditorio...
-Pues venga, cuéntate algo, anda, a ver si así dejamos de notar este calor...
-Pues te voy a contar algo de esta misma noche. Precisamente, desde que me ha pasado no puedo pensar en otra cosa.
Hoy ha sido un día horrible en el curro. Un montón de documentación nueva que preparar desde cero, toda para hoy mismo; un montón de correos electrónicos que contestar; otro montón de documentación antigua que revisar, actualizar, y volver a guardar; otro montón de peticiones de ayuda que atender, y no siempre hechas con buenas maneras...En fin, que solo he tenido las dos paradas obligatorias, la de desayunar y la de comer, y ni siquiera he podido cepillarme los dientes después de comer, de lo apurado que iba de tiempo.
Pero además, cuando finalmente he salido, con casi media hora de retraso, he tenido que hacer unas compras que ya no se podían dejar para mañana. Y eran varias cosas, todas en tiendas diferentes, de aquí para allá cargado con bolsas, y sin descuidarme, para que no cerrara ninguna de las tiendas antes de que me diera tiempo a llegar.
Finalmente me ha dado tiempo a todo, pero se me ha hecho de noche, claro. Y cuando he llegado al metro, me he encontrado un vagón muy típico de horas nocturnas entre semana. Ya sabes, cinco o seis personas todas reunidas al principio del vagón, y al fondo, todo vacío.
El caso es que yo a esas alturas ya iba muy cansado, tanto física como psicológicamente. Y dado que me esperaban unas cuantas paradas hasta casa, y que lo último que me apetecía, era mezclar cosas que me habían pasado en el curro, y que no me podía quitar de la cabeza, con interesantísimas conversaciones sobre programas de telebasura, o sobre políticos, o sobre famosos, o sobre futbolistas del Barça, o chismes de patio interior...Vamos, que yo solito me he ido al fondo del vagón, y me he sentado lo más lejos que he podido del resto de pasajeros. Quería estar solo.
Y todo ha ido muy bien...hasta que hemos llegado a la primera parada. Donde ha subido al vagón un tío, que al principio ha permanecido de pie, en la zona donde se concentraba la gente. Pero unos pocos segundos después, se lo ha pensado mejor, y ha empezado a avanzar hacia el fondo. y ¿a que no adivinas? ¡Justo! Se me ha sentado al lado. Y por supuesto, para dar la razón a Murphy, ha sacado su teléfono, y se ha puesto a hablar con alguien...del próximo partido del Barça.
Yo no daba crédito. El tío no quería estar solo, porque en el vagón quedaban secciones donde se habría podido sentar solo; pero tampoco quería estar con gente, porque no se había sentado en la zona concurrida. Entonces, ¿Qué coño quería, además de hacer la gracia? ...Joder, claro, pensé para mí, y de inmediato saqué de la riñonera el iPod y me puse a los Beatles. Pero ya era tarde. La buena noticia era que había dejado de pensar en el curro, pero la mala, es que cuando nos hemos visto yo seguía dándole vueltas a los motivos que podía haber tenido el personaje para hacer la gracieta. Y me venía a la cabeza un lema de un anuncio de televisión de hace muchos años; de un perfume, concretamente. Decía: "Cada hombre es una isla..."
Me pregunto por qué dejamos que nos inculquen esa obsesión por estar solos, por separarnos de nuestros semejantes. Si hemos avanzado desde los tiempos en que vivíamos en cuevas, y aún no conocíamos el fuego, ciertamente ha sido porque decidimos cooperar, vivir en grupo, compartir intereses. De hecho, como dice esa frase tan manida pero cierta, es la unión la que hace la fuerza, así que todo aquel que quiere debilitarnos, para poder hacer con nosotros lo que quiere, empieza por separarnos, por manipularnos recalcando todo aquello que nos separa y, sobre todo, insistiendo en la preeminencia del individuo. Como si naciésemos solos...O como si viviésemos solos toda nuestra vida, sin que nadie nos rodease...Seis mil quinientos millones de habitantes, y unos cuantos, muchos, demasiados de ellos, queriendo ser los únicos en su pedacito de tierra...Los únicos en su playa...
-Pues mira, ahora que dices eso de la playa...Hace dos sábados, cuando tú ya te habías ido, llegó Víctor. Venía rojo como un salmonete. Seguramente habría estado en la playa,y así había sido. Cuando le pedí, como a ti, que se contase algo, empezó a decir que había "encontrado la playa perfecta", que "no vuelvo a ir nunca más a otra", que "después de ésta, ninguna..." Nada, que el gachón había encontrado por casualidad la playa ideal: "Agua clara...arena blanca y fina como polvos de talco...y por supuesto, desierta: Nadie con quien compartirla. Bueno, tal vez esté a dos kilómetros del último sitio donde se puede aparcar un coche...y puede que el último de esos dos kilómetros haya que andarlo poniendo con cuidado los pies en piedras resbaladizas y puntiagudas...Pero vamos, que el sitio lo vale". Me insistió una y otra vez en que fuera con él al día siguiente, pero yo había quedado, así que le dije que no se preocupara, que ya habría tiempo para que le acompañase si el sitio estaba tan bien como él lo describía. Igualmente, tú sabes que a mí la playa no me mata.
El tío llevaba todo el rato una sonrisa de oreja a oreja que no se le quitaba, y presumía de la envidia que iba a dar el lunes siguiente en el trabajo cuando dijese que había encontrado una playa virgen, que no conoce nadie, y, ¿Cómo la iba a conocer nadie, si él mismo se había topado con ella de chorra y por casualidad mientras pescaba en una Zodiac ? Y, ¿Cómo la iba a conocer nadie, si para llegar hay que hacer dos kilómetros a pata, la mitad de ellos jugándose el pellejo? Estaba claro que él y solo él conocía el secreto, y no estaba dispuesto a compartirlo sino con unos pocos escogidos que le mereciesen confianza y se comprometieran a no irlo contando por ahí, porque...¡qué asco le daría a él ir un día y encontrarla llena de domingueros con sombrilla y nevera!
No sé si recuerdas que Víctor madruga mucho, con lo que entre semana se va pronto a la cama, y viene por aquí mucho antes que yo, con lo que normalmente solo le veo el pelo los findes. Durante esa semana me acordé por lo menos un par de veces de él, y pensaba qué tal le iría en su curro fardando de una playa sin decir dónde estaba, con lo que probablemente ni el tato se creería el bonito cuento de la playa desierta...
El caso es que el sábado siguiente, -o sea, este pasado-, no me aguantaba las ganas de verlo para saber qué había pasado, y cuando por fin llegó, para empezar, del color salmonete solo quedaba una sombra, y la sonrisa de oreja a oreja se había esfumado. Al principio no quise parecer ansioso por cotillear, así que aguanté cuanto pude sin sacar el tema. Y mira que no me lo ponía fácil, porque solo contestaba con monosílabos, y refunfuñando. Así que mi prudencia duró poco, y como no tenía plan para el domingo, le pregunté, intentando parecer inocente, cuándo íbamos a ir a esa playa de la que me había hablado el finde anterior.
Fue poner el dedo en la llaga: "¡No me hables!, ¡No me hables! No vuelvo a ir a una playa en mi puñetera vida! ¡No veas qué ridículo...qué vergüenza...qué asco! Me levanto, muy temprano para la hora a la que suelo levantarme los sábados, para poder disfrutar de más horas de sol; y muerto de sueño, meto la nevera portátil en el coche, y me gasto una pasta en ponerle gasolina; me tiro un buen rato en carretera; me pego un paseíto de dos kilómetros, durante el último de los cuales no paro de hacerme polvo las plantas de los pies pisando piedras puntiagudas, y cuando llego...¡sombrillas!, ¡tumbonas!,¡niños!...y cuando me acerco...¡Uno de ellos es mi vecino el de la tienda! Y me cuenta que lleva años yendo por allí...que le habló del sitio un cliente , que siempre va con su familia, y que llegaría un rato después...Que la playa se abarrota a medida que va pasando la mañana...Aguanté la decepción cuanto pude, y luego aproveché que pasaba una pequeña nube como excusa para irme corriendo...Lo dicho, que no vuelvo a una playa en mi vida...No se te ocurra volver a hablarme de playas nunca más..."
-Excelente ejemplo, si señor...Pero oyéndote hablar, me ha venido a la cabeza otro ejemplo: Un vecino mío, bastante pijo, al que llamábamos "Cowboy". Un finde me lo encontré. Yo llevaba una sudadera que me acababa de comprar a muy buen precio en Zara, y que me salió buena. De hecho, aún la tengo. Él. como siempre, llevaba una megapija. Me dijo que era de importación, que se la habían traído desde Estados Unidos. Le había costado diez veces lo que a mí la mía. Cuando, iluso de mí, le pregunté si le compensaba gastarse esa burrada en una simple sudadera, que en el peor de los casos podía mancharse de lejía, o romperse por quedarse accidentalmente enganchada en cualquier lado, con una simple sonrisa me respondió que para él era dinero bien invertido, porque se compraba ropa para disfrutar llevándola puesta. Y que no podría disfrutar llevando puesto algo como mi sudadera de Zara, sabiendo que todo el mundo se habría comprado una exactamente igual que la suya, y que en cualquier momento se podía encontrar con alguien que la llevase puesta al mismo tiempo que él la suya. En ese mismo momento pensé: A ti te ponía yo a currar por el salario mínimo, a ver si así tirabas el dinero a la basura de esa forma...
-No te creas. Eso tampoco le frenaría. Con decirte que tengo un compañero de curro que algunos meses no puede llevar a su hija a la guardería, porque no tiene dinero para pagar el recibo...Pero eso sí, lleva siempre el último modelo de iPhone, y en cuanto sale uno nuevo, ahí lo tienes a él estrenándolo...
-Por eso no les interesa amueblarnos bien el coco. Porque entonces Steve Jobs, por decir alguien, no habría sido multimillonario, y ¿qué importa más? ¿Qué seis mil millones de personas tengan acceso gratuito a una educación de calidad, o que Apple pueda poner el precio que le dé la gana a sus iPhones,eh?
-Sin duda, lo verdaderamente importante para la democracia, la libertad de mercado y tal y tal, es lo segundo, claro. Eso siempre estará más protegido y asegurado que lo otro, dónde va a parar...